Ilustración: Nella Bosnia.
Traducción: G. Tolentino.
Idiomas disponibles: Gallego, Castellano y Catalán
Editorial: Kalandraka
Hace más
de treinta años, Adela Turín comenzó a publicar en Italia la colección «Dalla
parte delle bambine», que al poco tiempo fue editada en España por Esther
Tusquets, con el título «A favor de las niñas». Se convirtió en una serie de
referencia para la coeducación y la igualdad, y fue traducida a varios idiomas.
A pesar del tiempo transcurrido, en la actualidad estos libros tienen plena
vigencia y siguen siendo necesarios.
El afecto
y la ilusión que caracterizan el inicio de la relación entre Arturo y
Clementina, acaban convirtiéndose en monotonía y prisión. Clementina no se
siente realizada, libre y feliz; su pareja subestima sus cualidades y ridiculiza
sus aspiraciones.En vez de ofrecerle comprensión y respeto, la actitud de Arturo anula su personalidad y le genera una dinámica de dependencia, al sobrecargarla de objetos materiales que no satisfacen su ansia de desarrollo personal.
Una historia fabulada que -como “Rosa Caramelo” y otros títulos de la colección- pretende poner en valor el rol femenino en la sociedad, erradicar los estereotipos sexistas y la discriminación, para cambiar mentalidades y construir un mundo mejor.
Un hermoso día de primavera, Arturo y Clementina, dos jóvenes y hermosas tortugas, se conocieron al borde de un estanque. Y aquella misma tarde descubrieron que estaban enamorados.
Clementina, alegre y despreocupada, hacía muchos proyectos para su vida futura mientras paseaban los dos a orillas del estanque y pescaban alguna cosita para la cena.
Clementina decía: Ya verás qué felices seremos. Viajaremos y descubriremos otros lagos y otras tortugas diferentes, y encontraremos otra clase de peces, y otras plantas y flores en la orilla... ¡Será una vida estupenda! Iremos incluso al extranjero. ¿Sabes una cosa? Siempre he querido visitar Venecia.
Y Arturo sonreía y decía vagamente que sí.
Pero los días transcurrieron iguales al borde del
estanque. Arturo había decidido pescar él solo para los dos, y así Clementina podría descansar. Llegaba a la hora de
comer, con renacuajos y caracoles, y le preguntaba a
Clementina: ¿Cómo estás, cariño? ¿Lo has
pasado bien?
Y Clementina suspiraba: ¡Me he aburrido mucho!
¡Todo el día esperándote!¡ABURRIDO! -gritaba Arturo indignado. ¿Dices que te has aburrido? Busca algo que hacer. El mundo esta lleno de ocupaciones interesantes. ¡Sólo se aburren los tontos!
A Clementina le daba mucha vergüenza ser tonta, y hubiera querido no aburrirse tanto, pero no podía evitarlo.
Un día, cuando volvió Arturo, Clementina le dijo: Me gustaría tener una flauta. Aprendería a tocarla, inventaría canciones, y eso me entretendría.
Pero a Arturo esa idea le pareció absurda: ¡TÚ! ¿Tocar la flauta, tú? ¡Si ni siquiera distingues las notas! Eres incapaz de aprender. No tienes oído.
Y aquella misma noche, Arturo llegó con un hermoso tocadiscos, y lo ató bien a la casa de Clementina, mientras le decía: Así no lo perderás. ¡Eres tan distraída!
Clementina le dio las gracias. Pero aquella noche, antes de dormirse, estuvo pensando por qué tenía que llevar a cuestas aquel tocadiscos tan pesado en lugar de una flauta liviana, y si era verdad que no hubiera llegado a aprender las notas y que era distraída.
Pero después,
avergonzada, decidió que tenía que ser así, puesto que Arturo, tan inteligente,
lo decía. Suspiró resignada y se
durmió.
Durante unos días,
Clementina escuchó el tocadiscos. Después se cansó. Era de todos modos un objeto
bonito, y Clementina se entretuvo limpiándolo
y sacándole brillo. Pero al poco tiempo volvió a
aburrirse. Y un atardecer, mientras contemplaban
las estrellas, a orillas del estanque silencioso, Clementina dijo: Sabes,
Arturo, algunas veces veo unas flores tan bonitas y de colores tan extraños, que me dan ganas de llorar.
Me gustaría tener una caja de acuarelas y poder pintarlas.¡Qué idea ridícula! ¿Es que te crees una artista? ¡Qué bobada! Y reía, reía, reía.
Clementina pensó: Vaya, ya he vuelto a decir una tontería. Tendré que andar con mucho cuidado o Arturo va a cansarse de tener una mujer tan boba. Y se esforzó en hablar lo menos posible.
Arturo se dio cuenta enseguida y afirmó: Tengo una compañera aburrida de veras. No habla nunca y, cuando habla, no dice más que disparates.
Pero debió sentirse un poco culpable y, a los pocos días, se presentó con un paquetón. Mira, he encontrado a un amigo mío pintor y le he comprado un cuadro para ti. Estarás contenta, ¿no? Decías que el arte te interesa. Pues ahí lo tienes. Átatelo bien porque, con lo distraída que tú eres, ya veo que acabarás por perderlo.
La carga de Clementina aumentaba poco a poco. Un día se añadió un florero de Murano: ¿No decías que te gustaba Venecia? Tuyo es. Átalo bien para que no se te caiga, ¡eres tan descuidada!
Otro día llegó una colección de pipas austríacas dentro de una vitrina.
Después una enciclopedia, que hacía suspirar a Clementina. ¡Si por lo menos supiera leer!- pensaba.
Llegó el momento en que fue necesario añadir un segundo piso a la casa de Clementina.
Clementina, con la casa de dos pisos a sus espaldas, ya no podía ni moverse. Arturo le llevaba la comida y esto lo hacía sentirse importante: ¿Qué harías tú sin mí? ¡Claro! -suspiraba Clementina-. ¿Qué haría yo sin ti?
Poco a poco, la casa de
dos pisos quedó también completamente llena. Pero ya tenían la solución: tres pisos más se añadieron
ahora a la casa de Clementina.
Hacía
mucho tiempo que la casa de Clementina se había convertido en un rascacielos,
cuando una mañana de primavera decidió que aquella vida no podía seguir por más
tiempo.
Salió sigilosamente de su
casa y dio un paseo: fue muy hermoso, pero muy
corto. Arturo volvía a casa para el almuerzo, y
debía encontrarla esperándole. Como siempre.
Pero poco a poco el
paseíto se convirtió en una costumbre y
Clementina se sentía cada vez más satisfecha de su nueva vida. Arturo no sabía
nada, pero sospechaba que ocurría algo: ¿De que demonios te ríes? Pareces tonta -le decía.
Pero Clementina, esta
vez, no se preocupó en absoluto. Ahora salía de casa en cuanto Arturo le daba la
espalda. Y Arturo la encontraba cada vez más
extraña, y encontraba la casa cada vez más
desordenada, pero Clementina empezaba a ser
verdaderamente feliz y los retos de Arturo ya
no le importaban.
Y un día Arturo encontró la casa
vacía.
Se
enfadó muchísimo, no entendió nada y, años más tarde, seguía contándole a sus amigos:
Realmente era una desagradecida esa tal Clementina. No le faltaba nada.
¡Veinticinco pisos tenía su casa, y todos llenos
de tesoros!
Las tortugas viven
muchísimos años, y es posible que Clementina siga
viajando feliz por el mundo. Es posible que toque la flauta y haga hermosas acuarelas de plantas y flores.
Si encuentras una tortuga sin casa, intenta llamarla: ¡Clementina, Clementina!Y si te contesta, seguro que es ella.
Si encuentras una tortuga sin casa, intenta llamarla: ¡Clementina, Clementina!Y si te contesta, seguro que es ella.
Adela
Turín
(Italia, 1939)
Historiadora
del arte y escritora, en los años 60 se dedicó a analizar los sesgos sexistas en
la literatura infantil. Formó parte, en Milán, del grupo Rivolta vinculado al
movimiento feminista. Con el objetivo de combatir la discriminación de género
desde el ámbito de la familia patriarcal, decidió crear la colección «Dalla
parte delle bambine» que, entre 1975 y 1980, publicó más de una veintena de
títulos. Adela Turín y Nella Bosnia trabajaban, entonces, en La Rinascente. Años
después se trasladó a París, donde -junto con Silvie Cromer- fundó la asociación
«Du côté des filles», que desde 1994 investiga y denuncia los casos de sexismo
en los materiales educativos, además de generar mecanismos de sensibilización
dirigidos al sector editorial, instituciones y público en general. Además de
leer y viajar, actualmente se dedica a escribir artículos e impartir
conferencias.
Nella
Bosnia
(Italia,
1946)
Estudió
Arte en Milán y trabajó como decoradora y como estilista en la creación de
productos textiles para la firma La Rinascente, donde coincidió con Adela Turín,
con la que fundó la colección de libros «Dalla parte delle bambine». Como
ilustradora ha colaborado con editoriales de Italia y Francia.
...Y
Clementina fue feliz